Altruismo qué significa y cómo se manifiesta en la sociedad actual

Altruismo qué significa y cómo se manifiesta en la sociedad actual

En un mundo marcado por la inmediatez, la competitividad y la sobreexposición digital, hablar de altruismo puede sonar, para algunos, a un término casi romántico o incluso anticuado. Sin embargo, el altruismo no sólo sigue vigente, sino que se manifiesta a diario en diversas expresiones, desde las más individuales hasta las colectivas. ¿Qué significa exactamente ser altruista en pleno siglo XXI? ¿Y cómo diferenciar una acción genuina de una motivada por intereses personales o por la presión social?

¿Qué es el altruismo?

El término altruismo proviene del latín alter, que significa “el otro”. Fue introducido en el siglo XIX por el filósofo Auguste Comte para describir un comportamiento orientado al bienestar de los demás por encima del interés propio. En términos simples, el altruismo es la tendencia o actitud de ayudar a otros sin esperar una recompensa a cambio.

En psicología, este concepto se vincula con un comportamiento prosocial. Es decir, acciones voluntarias que benefician a otros, como donar sangre, ayudar a un desconocido o participar en labores comunitarias. Pero el altruismo también se ha estudiado desde perspectivas evolutivas, sociales, económicas y hasta neurocientíficas, lo que lo convierte en un fenómeno complejo y fascinante.

¿Altruismo genuino o egoísmo disfrazado?

Uno de los grandes debates en torno al altruismo es si realmente existe una forma “pura” de actuar sin ningún interés personal. Algunos argumentan que siempre hay una pequeña motivación egoísta detrás: sentirnos bien con nosotros mismos, obtener reconocimiento social, disminuir la culpa o incluso ganar « karma digital » en redes sociales.

Sin embargo, diversos estudios han demostrado que el cerebro humano reacciona positivamente frente a actos altruistas. Al ayudar a otros, se activan regiones cerebrales asociadas con el placer y la recompensa, como el núcleo accumbens. En otras palabras, hacer el bien, literalmente, nos hace sentir bien.

Entonces, ¿es posible ser altruista y a la vez obtener algo a cambio? Sí, y no hay contradicción en ello. Lo importante es la intención: cuando la motivación principal es el bienestar del otro, estamos frente a una conducta altruista, aunque existan beneficios colaterales.

Formas en que el altruismo se manifiesta hoy

Aunque las formas han cambiado, el altruismo sigue tan presente como siempre. De hecho, la hiperconectividad actual ha abierto nuevas puertas para prácticas solidarias a escala global. Aquí algunas maneras concretas en que se manifiesta hoy:

  • Donaciones digitales: Plataformas como GoFundMe, Teaming o Kiva permiten a millones de personas apoyar causas sociales, desastres naturales, investigaciones médicas o incluso iniciativas personales de desconocidos.
  • Voluntariado online: Organizaciones como UN Volunteers o Cruz Roja ofrecen oportunidades para colaborar desde casa, ya sea traduciendo documentos, dando clases virtuales o diseñando contenido gráfico.
  • Economía del regalo: Aplicaciones como Olio (para compartir comida) o Freecycle (para donar objetos) promueven la reutilización y el intercambio desinteresado entre particulares.
  • Activismo climático: Miles de personas invierten tiempo, energía e incluso recursos económicos en movilizaciones, campañas y educación ambiental sin esperar rédito alguno, más allá de un futuro sostenible.
  • Apoyo emocional en redes: Aunque a veces se asocia lo digital con frialdad, también existen comunidades donde las personas se escuchan, acompañan y apoyan mutuamente, como en grupos de salud mental, duelo o diversidad funcional.

El rol del altruismo en momentos de crisis

La pandemia de COVID-19 fue un claro ejemplo de cómo el altruismo puede tomar un rol protagónico en contextos difíciles. Desde equipos médicos trabajando jornadas interminables hasta vecinos organizando cadenas de ayuda para personas aisladas, la solidaridad ciudadana fue clave en medio del caos sanitario y social.

En Ucrania, tras el estallido del conflicto armado en 2022, miles de voluntarios en Europa organizaron hogares temporales, recogidas de alimentos y asistencia legal para los refugiados. Muchos de ellos sin experiencia previa ni vínculos directos con el país.

Estos momentos límites sacan a la luz algo que quizá se encuentra dormido en tiempos de calma: una capacidad empática profundamente humana, que trasciende fronteras, clases sociales e ideologías.

Altruismo y tecnología: ¿una nueva dimensión?

En el ecosistema digital, el altruismo adquiere nuevas formas y preguntas. ¿Es realmente altruista compartir una publicación solidaria si luego se mide su impacto por la cantidad de likes? ¿Cuándo deja de ser ayuda y se convierte en autopromoción?

Las redes sociales y la cultura del “branding personal” pueden diluir o distorsionar las motivaciones. No obstante, no todo es superficial. Iniciativas como Wikipedia se sostienen gracias a miles de colaboradores que editan por puro compromiso con el conocimiento libre. Otro ejemplo potente es el software libre, donde programadores de todo el mundo donan su tiempo para mejorar herramientas que todos podemos usar sin pagar.

Incluso los influencers, muchas veces criticados por egocentrismo, han sabido canalizar su visibilidad hacia campañas solidarias de gran impacto. Lo que demuestra que altruismo y visibilidad no son necesariamente excluyentes.

¿Se puede fomentar el altruismo?

Sí, y comienza desde la educación. Diversos estudios en pedagogía social indican que los niños expuestos a modelos solidarios desarrollan mayor empatía y disposición a ayudar. Las escuelas que integran programas de aprendizaje-servicio, donde los estudiantes colaboran activamente en instituciones o comunidades, reportan mejoras en habilidades sociales y compromiso cívico.

En el ámbito empresarial, el auge de la Responsabilidad Social Corporativa y los programas de voluntariado interno reflejan cómo incluso el entorno laboral puede promover una cultura más altruista.

Finalmente, no se trata de gestos grandilocuentes. A veces, el altruismo cotidiano pasa por pequeñas cosas: ayudar a una persona mayor con sus bolsas, ceder el asiento, prestar atención plena a alguien que lo necesita o compartir recursos útiles sin esperar nada a cambio.

¿Es el altruismo un factor evolutivo?

Desde el punto de vista evolutivo, el altruismo tiene sentido. Las teorías de la selección de grupo y la reciprocidad indirecta sostienen que los comportamientos solidarios fortalecen la cohesión social y aumentan las posibilidades de supervivencia colectiva.

El biólogo Richard Dawkins, en su polémico libro El gen egoísta, plantea que incluso comportamientos aparentemente altruistas pueden tener una base genética interesada en perpetuar el linaje o mantener relaciones sociales beneficiosas. Sin embargo, esta visión más “fría” no niega el poder transformador de esos actos.

Curiosamente, está demostrado que las sociedades donde predomina la cooperación son más resilientes frente a crisis económicas, ecológicas o sanitarias. Lo que refuerza la idea de que el altruismo no es una debilidad, sino una estrategia adaptativa poderosa.

¿Vivimos en una sociedad realmente altruista?

Es una pregunta compleja. Por un lado, el individualismo y la sobreexposición han generado cierta fatiga de empatía. En un mundo saturado de información dolorosa, es fácil volverse insensible o simplemente desconectarse. Además, la precarización económica en muchas regiones reduce la capacidad de ayudar a otros cuando uno mismo está en modo supervivencia.

Pero también estamos viendo un auge de movimientos solidarios, tanto locales como globales, que desafían el cinismo reinante. Desde plataformas comunitarias hasta redes autogestionadas de apoyo mutuo, el altruismo contemporáneo no siempre pasa por las instituciones formales, sino por los vínculos horizontales, espontáneos y colaborativos.

En definitiva, aunque el altruismo pueda parecer en ocasiones un acto contracultural, sigue siendo uno de los motores más humanos y poderosos de transformación social. Y quizás, en la era digital, nuestra responsabilidad se vuelve aún más clara: utilizar la tecnología no sólo para conectar, sino también para cuidar.