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Cómo las plataformas de streaming están cambiando el consumo audiovisual

Cómo las plataformas de streaming están cambiando el consumo audiovisual

Cómo las plataformas de streaming están cambiando el consumo audiovisual

El auge imparable del streaming: más que una moda, un cambio estructural

Hasta hace apenas una década, el acto de ver una película o una serie implicaba adaptarse a horarios fijos de televisión, o bien acudir a un videoclub local —sí, esos lugares donde se alquilaban DVDs—. Hoy, esta imagen nos resulta casi prehistórica. Con la irrupción de plataformas como Netflix, Amazon Prime Video, Disney+, HBO Max o Filmin, el paradigma audiovisual ha cambiado por completo. Y no se trata de una simple evolución tecnológica: estamos ante una transformación profunda en la forma en que consumimos, producimos y entendemos el entretenimiento.

¿Qué ha motivado este giro absoluto en nuestros hábitos? ¿Cómo estas plataformas están reformulando la industria y el comportamiento del espectador? Analizamos los factores que explican este fenómeno.

Una nueva forma de consumir: contenido bajo demanda, sin esperas y a medida

Uno de los principales atractivos de las plataformas de streaming es la libertad que ofrecen: ver lo que queremos, cuando queremos y desde donde queramos. Esta lógica « on demand » ha roto con la rigidez de la televisión tradicional, que dictaba lo que debíamos ver en un horario específico. Hoy, el mando lo tiene el usuario. Literalmente.

Este control del tiempo es especialmente valorado por las generaciones más jóvenes (millennials y Gen Z), acostumbradas a consumir contenido de forma fragmentada y multitarea. ¿Estás en el metro? Puedes avanzar un episodio. ¿Tienes solo 20 minutos libres? Existen producciones pensadas para esos márgenes. El contenido ya no impone su ritmo: se adapta al nuestro.

La « dictadura » del algoritmo

Otro elemento clave en la experiencia de streaming es el uso intensivo de algoritmos para personalizar las recomendaciones. Netflix, por ejemplo, asegura que más del 80% de lo que ven sus usuarios proviene de sugerencias automatizadas. Esto supone una relación casi simbiótica entre la plataforma y el espectador, donde el sistema aprende nuestros gustos y nos guía, episodio tras episodio.

Pero este modelo no está exento de críticas. Algunos expertos alertan de los riesgos de quedarnos atrapados en una burbuja de contenido predecible, lo que limita la diversidad y la exploración cultural. El algoritmo, en su afán de agradarnos, puede terminar alimentando la repetición más que la sorpresa.

El fenómeno « binge-watching »: maratones como estilo de vida

¿Te has quedado alguna vez hasta las 3 de la mañana viendo “solo un capítulo más”? Tranquilo, no estás solo. El binge-watching —el consumo masivo y continuado de una serie— se ha convertido en parte del ADN del streaming. Plataformas como Netflix han consolidado esta práctica al lanzar temporadas completas de una sola vez, permitiendo al espectador decidir el ritmo del visionado.

Esto ha generado efectos curiosos: algunas series son diseñadas directamente para ser consumidas en maratón, con estructuras narrativas adictivas que terminan cada episodio en un cliffhanger. Aunque esta forma de consumo puede generar placer inmediato, también se estudian sus efectos sobre la salud mental y el descanso. ¿Estamos trocando la espera semanal por la desesperación de terminar en una noche?

Más oferta, más fragmentación

La multiplicación de plataformas ha tenido una consecuencia lógica: ya no basta con una sola suscripción. Entre Netflix, Disney+, HBO Max, Amazon Prime Video, Apple TV+ y otras apuestas regionales como Atresplayer o Movistar+, el usuario se ve obligado a elegir, comparar precios, y hasta rotar suscripciones según el catálogo del momento.

Este fenómeno, conocido como la “guerra del streaming”, ha convertido al espectador en un consumidor hiperactivo, obligado a tomar decisiones constantes. Al mismo tiempo, ha segmentado las audiencias y ha fragmentado el acceso a ciertos contenidos. ¿El resultado? Un bombardeo constante de estrenos, pero una sensación creciente de saturación.

Reinvención del contenido: no todo son series y películas

Si bien las series marcan la identidad de muchas plataformas (¿quién no asocia Netflix con “Stranger Things” o HBO con “Juego de Tronos”?), el catálogo actual va mucho más allá. Documentales, comedias stand-up, realities, podcasts en vídeo, conciertos y hasta emisiones en directo: el streaming ha ensanchado los márgenes del entretenimiento audiovisual.

Por ejemplo, Amazon Prime Video ha apostado fuerte por las retransmisiones deportivas, como partidos de fútbol o tenis, mientras que Netflix experimenta con formatos interactivos al estilo de “Bandersnatch”. Este cruce entre narrativas clásicas y nuevas tecnologías abre un abanico casi infinito de posibilidades.

Una industria en plena transformación

También en el lado de la producción, los cambios son notables. Las plataformas de streaming han roto con las lógicas tradicionales de Hollywood. Ya no es necesario estrenar en cines para conseguir reconocimiento; el Oscar a “Roma” de Alfonso Cuarón (Netflix, 2018) marcó un antes y un después. Hoy, una película hecha para streaming puede alcanzar premios, prestigio y visibilidad internacional sin pasar por las salas.

Además, la producción se ha descentralizado. Series como “La casa de papel” (original de Antena 3, relanzada mundialmente por Netflix) o “Élite” (producción propia de Netflix España) han demostrado que el contenido local, cuando es bien producido, puede triunfar globalmente. Lo glocal (global + local) se ha convertido en la gran estrategia de expansión.

¿Y el cine tradicional? Adaptarse… o desaparecer

La pandemia de COVID-19 aceleró aún más un proceso que ya estaba en marcha. Con las salas de cine cerradas y los estrenos pospuestos, muchas productoras optaron por lanzar sus películas en streaming directamente. Fue el caso de títulos como “Soul” de Pixar (Disney+) o “Wonder Woman 1984” (HBO Max), que renunciaron al estreno en pantalla grande.

Ante este escenario, el cine tradicional se ha visto obligado a reinventarse: mejorar la experiencia in situ, apostar por contenidos inmersivos o incluso formar alianzas con las grandes plataformas. La dicotomía ya no es tan clara. Puede que el futuro del cine pase por modelos mixtos: lanzamientos simultáneos en salas y en streaming, dando libertad total al espectador.

Educación, nichos y nuevas audiencias

Más allá del entretenimiento puro, el streaming ha abierto las puertas a contenidos educativos y de nicho que antes tenían poca visibilidad en los medios tradicionales. Canales como CuriosityStream o documentales especializados en sostenibilidad, ciencia o historia encuentran ahora su espacio gracias a una distribución global y sin intermediarios.

Las plataformas se han convertido también en potentes herramientas de difusión cultural. Permiten que idiomas menos dominantes lleguen a públicos amplios con la ayuda de subtítulos y doblajes multilingües. Un estudiante de español en Canadá puede seguir una serie mexicana, mientras que un fan del cine japonés en España puede acceder fácilmente a clásicos de Kurosawa o anime contemporáneo.

¿Hacia dónde vamos? Posibles escenarios futuros

Todo parece indicar que el streaming seguirá evolucionando de forma vertiginosa. Algunos analistas prevén una integración vertical más fuerte: plataformas que, además de producir y distribuir, expanden su presencia hacia el gaming (como Netflix Games) o el metaverso.

También podría consolidarse una especie de “paquete digital” que agrupe varias suscripciones a un precio único —al estilo de las plataformas de televisión por cable tradicionales—. De hecho, ya se exploran acuerdos entre empresas como Apple y Disney para lanzar suscripciones conjuntas.

Lo cierto es que, si algo caracteriza al streaming, es su capacidad de adaptarse constantemente. Y nosotros, los espectadores, ya no solo asistimos: participamos, elegimos, influimos. Ver una serie nunca fue tan fácil… ni tan complejo.

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