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La cultura de los influencers en la construcción de nuevas identidades

La cultura de los influencers en la construcción de nuevas identidades

La cultura de los influencers en la construcción de nuevas identidades

Influencers y nuevas identidades: ¿una revolución cultural en marcha?

Durante la última década, el fenómeno influencer ha dejado de ser una simple tendencia digital para convertirse en una fuerza cultural con impacto profundo en la forma en que las personas construyen y proyectan sus identidades. Ya no se trata solo de compartir contenido atractivo en redes sociales: los influencers moldean hábitos de consumo, valores sociales y hasta discursos políticos. Pero ¿cómo se relaciona esta figura con la construcción de nuevas identidades personales y colectivas?

En este artículo exploramos ese vínculo, combinando datos actuales, ejemplos concretos y una mirada crítica sobre una de las dinámicas más significativas de la cultura digital moderna.

Del “yo real” al “yo curado”: la identidad como narrativa digital

Las redes sociales han transformado la noción de identidad en una especie de escaparate narrativo. En este escenario, los influencers no solo promueven productos o estilos de vida, sino también versiones perfectamente editadas de sí mismos. El feed de Instagram se convierte en una extensión de la personalidad, cuidadosamente construida para comunicar valores, intereses y aspiraciones.

En este sentido, la identidad ya no es solo lo que uno es, sino lo que se proyecta con estrategia. ¿Qué significa esto para los jóvenes que consumen este tipo de contenido diariamente? Significa que la manera en que se perciben a sí mismos está constantemente influenciada por modelos de referencia que presentan versiones filtradas de la realidad.

Según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (2023), un 68% de los jóvenes entre 16 y 24 años considera que las redes sociales han influido de forma directa en la manera en que construyen su identidad. Cifras que no debemos tomar a la ligera.

Microinfluencers, nicho y autenticidad: el auge de las identidades fragmentadas

En contraste con los grandes nombres del sector —los macroinfluencers y celebrities digitales— están emergiendo perfiles más modestos pero con un engagement muy superior: los microinfluencers. Estos influyentes de nicho suelen contar con comunidades más reducidas pero altamente fidelizadas, lo que les otorga una autenticidad que las audiencias valoran cada vez más.

En lugar de representar una identidad hegemónica o perfecta, estos influenciadores suelen mostrarse “más humanos”, con errores, dudas e incluso contradicciones. Este perfil genera nuevas referencias de identidad que se alejan del ideal inalcanzable y permiten a los usuarios identificarse desde una perspectiva más verosímil.

Un ejemplo claro es el caso de Lu Martín, una influencer feminista queer que, a través de TikTok e Instagram, comparte su experiencia con la no binariedad, el activismo y la salud mental. Su comunidad no solo sigue su contenido por entretenimiento, sino como una forma de aprendizaje, expresión y pertenencia.

Identidades aspiracionales: entre la inspiración y la presión

No todo es positivo en el mundo de los influencers. La misma narrativa aspiracional que en algunos casos inspira, también puede convertirse en una fuente de presión constante. La idealización de estilos de vida —viajes permanentes, cuerpos normativos, productividad extrema— puede generar una disonancia entre la vida real y la identidad digital proyectada o deseada.

Este fenómeno ha derivado en lo que psicólogos sociales denominan “ansiedad comparativa digital”, un estado de malestar generado por la comparación continua con referentes online. Según datos del Informe Digital Bienestar 2022 del Instituto Nacional de Ciberpsicología, un 41% de jóvenes españoles afirmaron sentirse insuficientes después de interactuar con perfiles de influencers.

La clave está en comprender que muchas de estas identidades visibles en redes son productos curados, no reflejos fieles de la cotidianidad. Las marcas lo saben y empiezan a apostar por campañas donde lo imperfecto es celebrado. ¿Estamos ante una nueva estética de la autenticidad?

Influencers como agentes de cambio cultural

Más allá de sus implicaciones personales, los influencers juegan un papel creciente en la transformación cultural de las sociedades. Temas como la sostenibilidad, la inclusión, la diversidad o la salud mental han ganado espacio gracias a voces digitales que los amplifican fuera de los canales tradicionales.

Algunos ejemplos destacados:

La generación Z ya no se informa solo a través de noticieros o portales institucionales: busca referentes que mezclen historia personal, opinión informada y entretenimiento. En ese contexto, los influencers se convierten en nuevos mediadores sociales.

El fenómeno del influencer como espejo generacional

Al observar las tendencias actuales, queda claro que la figura del influencer refleja las preocupaciones, aspiraciones y contradicciones de toda una generación. Son espejo y, al mismo tiempo, molde activo.

¿Qué dice de nosotros como sociedad el auge de estos referentes? ¿Estamos desplazando las figuras de autoridad tradicionales (educadores, periodistas, científicos) por personalidades cuyo saber surge de la experiencia personal más que del estudio formal?

Las respuestas no son sencillas, pero sí evolutivas. Los influencers no sustituyen del todo las voces expertas, pero sí las complementan desde la cercanía. En un ecosistema donde la horizontalidad lo es todo, la autoridad se construye desde la comunidad, no desde el título académico.

Identidades colectivas: comunidades digitales como espacios de pertenencia

Uno de los componentes más significativos del mundo influencer es su capacidad de generar comunidades. Ya sea alrededor de una estética, una ideología o un hobby, estas comunidades digitales funcionan como espacios de validación mutua y construcción colectiva de identidad.

Participar de un fandom, seguir un hilo de comentarios o interactuar en un directo de Twitch no es solo entretenimiento: es también una forma de crear lazos y reconocerse en el otro. Lo vemos especialmente en plataformas como Discord, donde grupos enteros se organizan para compartir intereses comunes.

Así, en lugar de una única identidad impuesta por los medios tradicionales, la cultura digital permite experimentar con múltiples capas de la propia personalidad, validarlas y transformarlas en colectivo. Una muestra clara de cómo Internet ha descentralizado el proceso de construcción identitaria.

Entre la influencia y la responsabilidad

Más que debatir si los influencers tienen “demasiado poder”, el foco debería ponerse en cómo lo ejercen. Si pueden moldear tendencias, actitudes e incluso percepciones culturales, también deberían estar sujetos a un marco mínimo de responsabilidad simbólica y social.

En algunos países, como Francia o Países Bajos, ya existen regulaciones que exigen transparencia en promociones pagadas, y algunos influencers han comenzado a trabajar con asesores para asegurar que sus contenidos no generan impactos negativos en audiencias vulnerables. Sin embargo, estos casos aún son la excepción.

La profesionalización del sector es una vía necesaria, pero también lo es la educación digital desde edades tempranas para que los usuarios no consuman contenidos acríticamente. Ser seguidores no debería significar ser sumisos, sino partícipes activos de una relación bidireccional.

Un fenómeno que estamos aprendiendo a decodificar

La cultura influencer no es un fenómeno pasajero. Está marcando un antes y un después en la forma en que las personas se representan a sí mismas y se vinculan con los demás en el entorno digital. Comprender este proceso implica mirar más allá de la superficie estética e identificar cómo afecta la construcción de la identidad en todos sus niveles: individual, social y cultural.

Lo que está claro es que, en plena era del scroll infinito, no solo seguimos influencers: también nos influimos entre nosotros, constantemente. La diferencia está en quién dirige la narrativa y cómo decidimos formar parte de ella.

Quizás, más que preguntarnos si los influencers “crean” identidades, deberíamos preguntarnos: ¿de qué manera colaboramos, voluntaria o inconscientemente, en esa construcción colectiva?

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